Sunday 22 May 2016

La larga vida de los monumentos egipcios

Hoy vamos a acercarnos a un monumento egipcio, para examinarlo con ojos de arqueólogo. Generalmente, cuando observamos una tumba, una estatua, una pintura, o incluso un papiro, un examen superficial puede hacernos pensar que se trata de una entidad acabada, completa, y anclada en un momento del pasado. No obstante, si comenzamos a prestar atención a pequeños detalles en su factura, superficie, o en su contexto, su historia comienza a desplegarse ante nuestros ojos. Desde su momento de creación, estos monumentos han experimentado distintos tipos de actuaciones, intencionales o fortuitas, que nos informan sobre su historia en distintos periodos. Para ver esto con claridad, hoy vamos a examinar los relieves de la tumba del visir Nespeqashuty, conservados en el Brooklyn Museum, en Nueva York.

Bloques de la tumba de Nespeqashuty, conservados en el Brooklyn Museum (Fuente: https://www.brooklynmuseum.org/opencollection/objects/66608/Relief_Blocks_from_the_Tomb_of_the_Vizier_Nespeqashuty)


La tumba de Nespeqashuty es la TT 312, y se encuentra en Deir el-Bahari. Nespeqashuty fue visir del Alto Egipto durante el reinado de Psamético I, fundador de la XXVI dinastía, aunque es posible que su acceso a este puesto fuese durante el reinado del último rey de la XXV dinastía, Tanutamani, expulsado de Egipto tras su derrota frente a la invasión asiria de Ashurbanipal, que llegó hasta Tebas y saqueó el gran templo de Amón en Karnak (sobre las implicaciones de estos hechos y su reflejo en la literatura demótica posterior podemos hablar otro día). Nespeqashuty decidió enterrarse en Tebas, donde ejercía sus funciones, y decoró su tumba con toda una serie de placas de piedra caliza talladas con relieves con distintas escenas. El primer paso en nuestro análisis de la tumba es la observación de los relieves.

En el Brooklyn Museum se conservan nueve bloques de esta tumba. Los análisis realizados por el museo han revelado que la roca procede de la zona del Asasif, es decir, que se trata de roca local, por su color amarillento y la presencia de trazas de hierro en su superficie.

Si examinamos los relieves, vemos que presentan escenas típicas del repertorio funerario del Reino Nuevo, con presentaciones de ofrendas, o el viaje del difunto en barca a Abidos. Un aspecto importante a tener en cuenta cuando se examina un monumento de la XXVI dinastía es que durante este periodo se produjo un renacimiento de las artes plásticas, tomando como referente el arte de periodos anteriores, en un movimiento que ha sido designado como arcaísmo del Periodo Tardío. Así pues, los artistas del periodo exploraron los monumentos de periodos anteriores, y copiaron sus decoraciones, reproduciéndolas en ocasiones de forma casi exacta (con tal perfección que en algunos casos incluso confundieron a los primeros egiptólogos que los estudiaron). En algunos casos ha sido posible identificar los modelos del Reino Nuevo, pero especialmente del Reino Antiguo en los que estos artistas se basaron. Este fenómeno se inició ya durante la XXV, en que fue incluso aplicado a los textos, como es el caso de la Teología Menfita, copiada sobre la Piedra de Shabaka (hoy en el Museo Británico), escrita en la fase de la lengua egipcia correspondiente al Reino Antiguo, para hacer pasar el texto por una copia de un documento antiguo. En el caso de los relieves de Nespeqashuty, se han podido identificar con las decoraciones de las tumbas del Reino Nuevo de la zona, así como del cercano templo de Hatshepsut en Deir el-Bahari. Si observamos los relieves en detalle, podemos ver su proceso de creación, ya que la decoración de la tumba no fue terminada. Podemos observar cómo primero se trazaron los diseños en tinta roja. Generalmente, tras este paso, la decoración definitiva era trazada en negro, pero en este caso toda la decoración fue realizada en rojo, tras lo que se pasó a tallar el fondo de las escenas, dejando figuras y e inscripciones en altorrelieve, siendo el último paso el tallado de los detalles interiores.

Detalle de una sección de los bloques, en la que podemos ver las distintas fases de la elaboración de la decoración de la tumba. En la parte superior se puede observar una escena en la que aparece una barca con remeros. La escena está trazada en tinta roja, que constituía la primera fase del proceso de decoración de la tumba. En otros casos, tras este boceto inicial en rojo, el diseño final de la decoración se dibujaba en tinta negra. En este caso las correcciones se han realizado también en tinta roja. En el registro inferior podemos ver la siguiente fase en el proceso de decoración de la tumba. En la parte derecha podemos ver que el fondo de la escena ha sido ya rebajado, dejando las figuras y los signos jeroglíficos en altorrelieve, pero en el interior pueden verse todavía los detalles en tinta roja. En la parte izquierda de este registro, no obstante, los detalles interiores de las figuras han sido ya tallados, y la escena presenta su diseño final. (Fotografía de Marina Escolano-Poveda)


Todo este trabajo (colocación de los bloques, decoración, tallado de la decoración), tuvo lugar durante la segunda mitad del s. VII a. C. (ca. 640-610 a. C.). No obstante, la historia de esta tumba comenzó más de un milenio antes. ¿Cómo es esto posible? Nespeqashuty, en lugar de construir una nueva tumba, reutilizó una tumba ya existente, de la XI dinastía (ca. 2055-1985 a. C.). La región de Deir el-Bahari fue ya una importante necrópolis, incluyendo tumbas reales, como la de Mentuhotep II, que sería el modelo del posterior templo de Hatshepsut, durante el final del Primer Periodo Intermedio y los inicios del Reino Medio, hasta el traslado de la capital a Itji-Tawy, en el Egipto medio. Muchas de estas tumbas, saqueadas ya en tiempos antiguos, fueron posteriormente reutilizadas, y en ocasiones completamente remozadas, como en el caso de Nespeqashuty, que forró sus paredes con estos bloques de caliza, debido probablemente a la mala calidad de la roca original de la tumba. Así pues, nos encontramos frente a un monumento que inició su historia a comienzos del segundo milenio a. C., siendo reutilizado en el s. VII a. C.


Sin embargo, si observamos los bloques con más atención, veremos que su historia no terminó tampoco en este momento. Además de los relieves y los trazos de los primeros diseños de la decoración, podemos ver que hay más elementos sobre la superficie de los bloques. Se trata de inscripciones en demótico, copto y griego, pintadas en tinta roja o inscritas sobre la roca, dejadas por antiguos visitantes. La designación que solemos dar a estas inscripciones es graffiti (graffito en singular). El significado moderno de este término suele hacer referencia a formas de arte underground, o incluso a formas de vandalismo. Para poder entender el fenómeno de los graffiti antiguos, no obstante, hemos de dejar de lado las concepciones modernas y tratar de introducirnos en la mentalidad antigua. Para ello hemos de ver qué tipo de textos hallamos. En el caso de los graffiti demóticos, se trataba de muestras de veneración y respeto hacia las personas enterradas en estos monumentos. Desde tiempos antiguos, la visita de tumbas era una actividad común en el Egipto antiguo, y muchas de las inscripciones ya desde el Reino Antiguo se dirigen a los visitantes, pidiéndoles que hagan ofrendas para el difunto, ya sea físicamente, o mediante la magia generada por la lectura de las inscripciones. Las capillas de las tumbas estaban abiertas a los visitantes (la cámara funeraria solía encontrarse al fondo de un pozo cerrado, en un nivel inferior). Así pues, en las zonas en las que tenían lugar las principales procesiones funerarias a lo largo de distintos periodos, encontramos graffiti de visitantes, que en muchos casos aprecian la belleza de las decoraciones de las tumbas. En muchos casos, estos graffiti eran dejados por artistas antiguos. Ya en el Reino Nuevo encontramos graffiti hieráticos en tumbas tebanas, y la costumbre continuó en épocas posteriores, como en el caso de la tumba de Nespeqashuty que estudiamos hoy. De hecho, se puede ver la popularidad de las tumbas en las rutas en la necrópolis en distintos periodos según la cantidad de graffiti dejados. En otros casos, estas inscripciones  eran indicaciones prácticas para los visitantes, o para los trabajadores de la necrópolis, con direcciones hacia distintas salas de los complejos funerarios (como han indicado el Prof. Richard Jasnow y la Dra. Tina di Cerbo, que han estudiado los graffiti demóticos de la tumba de Djehuty, excavada por el Proyecto Djehuty dirigido por el Dr. José Manuel Galán).

En esta fotografía podemos ver un graffito demótico escrito en tinta roja, dejado por un visitante a la tumba. En la parte inferior podemos ver el proceso de tallado de la inscripción jeroglífica horizontal, con los signos dibujados en rojo a la derecha, sus contornos comenzados a tallar en la parte central, y el fondo completamente rebajado en al parte izquierda, pero sin tallar todavía el detalle interior de los signos. (Fotografía de Marina Escolano-Poveda)


En esta imagen podemos ver, a la izquierda, parte de un graffito demótico escrito con tinta roja, y a la derecha un graffito inscrito con un punzón, raspando la superficie de la piedra. En ambos casos disponemos del inicio de la inscripción, que es un texto típico en que se pide que el Ba del difunto viva. Los graffiti están trazados sobre una escena de la tumba en la que podemos ver también distintas fases del proceso de decoración con más detalle. A la derecha vemos una figura de pie sobre un barco. Si nos fijamos en la peluca, el brazo izquierdo de la figura, o su pierna izquierda, veremos que hay unas líneas más tenues situadas un poco desplazadas con respecto a las líneas finales del dibujo. Se trata del primer trazado de la figura, corregido después mediante las líneas rojas de más intensidad. Así pues, vemos que la pierna estaba inicialmente más avanzada, el brazo más cerca del torso, y la peluca dibujada más hacia la derecha. En la parte derecha de la imagen vemos que el barco y la figura situadas en esta parte están ya tallados por completo. Entre los dos barcos vemos una línea que muestra el distinto nivel de la superficie de la piedra, que no ha sido rebajada todavía para crear el altorrelieve en la parte derecha. (Fotografía de Marina Escolano-Poveda)


En época grecorromana, Egipto se convirtió en destino de viajeros, que visitaron las tumbas y dejaron sus nombres inscritos en griego. En época cristiana, los cristianos coptos hicieron de algunas de estas tumbas sus moradas, y también escribieron sobre sus paredes, generalmente sus nombres, símbolos cristianos como el crismón, y muestras de veneración religiosa. Éstos fueron acompañados en ocasiones de la destrucción de algunas de las imágenes antiguas (pero esto sería otra historia, para otro post).

En resumen, una observación atenta de los monumentos antiguos puede hacernos viajar en el tiempo, contándonos una larga historia de cambios sociales, políticos y religiosos. Son los pequeños detalles, que suelen pasar desapercibidos, los que nos cuentan las historias más interesantes. En un próximo artículo seguiremos explorando la historia de los monumentos egipcios, esta vez tras el fin de la civilización egipcia, y os mostraré el interior de la mezquita de Abu el-Haggag, construida sobre el Templo de Luxor.


REFERENCIAS:

FAZZINI, R. A., ROMANO, J. F. y CODY, M. E. (1999): Art for Eternity. Masterworks from Ancient Egypt, Brooklyn Museum of Art, Nueva York: Brooklyn Museum of Art & Scala Publishers, p. 126. 

Ficha de los bloques en la web del museo:
https://www.brooklynmuseum.org/opencollection/objects/66608/Relief_Blocks_from_the_Tomb_of_the_Vizier_Nespeqashuty