Thursday, 9 January 2020

Cleopatra: erudita, mecenas, reina

Por Marina Escolano-Poveda (Universidad de Liverpool – Eberhard Karls Universität Tübingen)


Moneda con representación de Cleopatra, acuñada en Alejandría 
Foto: The British Museum

Alejandro Magno conquistó Egipto en el año 332 a. C., alterando por completo el panorama político del Mediterráneo y del Próximo Oriente en los siguientes siglos. Uno de los generales de Alejandro, Ptolomeo Lagos, identificó Egipto como una de las áreas más ricas del imperio de Alejandro. Primero sirvió como regente, con el título persa de sátrapa, del medio-hermano de Alejandro, Filipo, y de su hijo, Alejandro IV, pero pronto tomó el trono para sí mismo, inaugurando una nueva dinastía que gobernaría Egipto en las siguientes tres centurias. Todos los reyes posteriores de la dinastía llevaron el nombre de Ptolomeo en referencia a Ptolomeo Lagos, distinguiéndose los unos de los otros mediante epítetos. 

Tan notables como los reyes ptolemaicos fueron las reinas de la dinastía. La reina cuya memoria ha persistido como el personaje más notorio del periodo tras Alejandro mismo es Cleopatra VII. Hija de Ptolomeo XII, Cleopatra reinó como la última monarca de la dinastía antes de que Egipto se convirtiera en provincia del imperio romano. El poder de Egipto había disminuido notablemente cuando Ptolomeo XII asumió el trono, desde su momento de auge a comienzos de la dinastía. Roma llevaba inmiscuyéndose en los asuntos egipcios desde el siglo II a. C., estando íntimamente involucrada tanto en los asuntos internos como externos de la dinastía ptolemaica. Tras la muerte de Ptolomeo XII, Julio César y Gneo Pompeyo asumieron los problemas dinásticos entre Cleopatra y su hermano Ptolomeo XIII dentro de sus propias disputas. Cuando Ptolomeo XIII asesinó a Pompeyo, César tomó partido por Cleopatra. Ptolomeo XIII fue derrotado y asesinado. 

Cleopatra entonces se casó con su otro hermano, Ptolomeo XIV, quien sólo vivió unos pocos años más. En este momento ella estaba involucrada en una relación amorosa con César, con quien había tenido un hijo, Ptolomeo XV, conocido como Cesarión ("el pequeño César"). César fue asesinado en Roma en el 44 a. C., comprometiendo la posición de Cleopatra en la arena internacional. La reina se alió entonces con Marco Antonio y lo apoyó en sus campañas militares. Tuvieron tres hijos, y Egipto disfrutó de paz durante en torno a una década. Esta situación cambió cuando Octaviano, el hijo adoptivo de César, se presentó como el legítimo sucesor de César y declaró la guerra contra Cleopatra y Marco Antonio. Octaviano los derrotó finalmente en la batalla de Accio en el 31 a. C., y Cleopatra puso fin a su vida unos meses más tarde. 

Cleopatra VII con Ptolomeo XV Cesarión en la pared posterior del templo de Hathor en Dendera Foto: Marina Escolano-Poveda


Tras la victoria de Octaviano, diferentes poetas romanos narraron los eventos que llevaron a la anexión de Egipto por Roma. Los primeros pertenecían al círculo de Octaviano, que se convertiría en el emperador Augusto, en los años inmediatamente posteriores, pero el relato fue contado repetidas veces a lo largo de los siguientes siglos. En estas narrativas, los poetas representaron a Julio César y a Marco Antonio, ambos compatriotas romanos, de forma positiva, pese a que la representación de Marco Antonio siempre fue menos heroica. El personaje de Cleopatra es generalmente representado como una mujer excesivamente ambiciosa, hedonista, y en definitiva una seductora que manipuló a ambos hombres para conseguir sus objetivos. Autores como Virgilio, Flavio Josefo, Plutarco y Dion Casio elaboraron distintos retratos de la reina, pero sólo describieron sus amoríos con los dos romanos. La trágica historia de amor con César y Marco Antonio sobrevivió como el único foco de su narrativa en la tradición occidental, desde Shakespeare a Mankiewicz. 

Sin embargo, una tradición completamente diferente y menos conocida sobre Cleopatra ha llegado hasta nosotros a partir de unas cuantas fuentes griegas de los primeros siglos de nuestra era, retomada más tarde por autores árabes. Mientras que la perspectiva occidental sobre Cleopatra se originó en Roma––con la reina como figura opuesta al ideal de la matrona romana––esta tradición alternativa transmitida a través de los textos griegos parece haber sido creada en Egipto, y haber derivado, al menos en parte, de la imagen de sí misma creada por Cleopatra misma dentro del país del Nilo durante su reinado. Las referencias a la vida amorosa de Cleopatra, o incluso a su aspecto físico, están completamente ausentes en esta tradición. En su lugar, la reina es presentada como una erudita y una profesora, competente en campos como la medicina, la magia, y la alquimia, y participando en intercambios intelectuales con otros filósofos. 


"La creación de oro de Cleopatra," dibujo del manuscrito Marcianus graecus 299, fol. 188v
   Foto: M. Berthelot, y C. E. Ruelle. Collection des anciens alchimistes grecs I, Introduction. Paris: Georges Steinheil, 1887. p. 132, fig. 11

En la tradición alquímica temprana, una tal Cleopatra que podría identificarse con la reina ptolemaica aparece mencionada junto a otras figuras históricas y míticas––Isis, Hermes, y María la Judía––todas ellas practicantes de alquimia. Alquimistas históricos, como Zósimo de Panópolis, se refieren a estos autores como fuentes de autoridad. Existen dos obras alquímicas conocidas en griego que se refieren directamente a Cleopatra. La primera es una única página con diagramas transmitida como parte del manuscrito bizantíno Marcianus graecus 299, que data del s. X o XI d. C. La página se llama "La creación de oro de Cleopatra", y los diagramas que aparecen en ella representan axiomas alquímicos, un uróboro, y diferentes representaciones de aparatos alquímicos. La segunda obra es un tratado en el que un sumo sacerdote y filósofo llamado Comario enseña a Cleopatra, que es llamada "Cleopatra la Sabia", el arte divino de la producción de la piedra filosofal. Ella pone estas instrucciones en práctica. El texto continúa con la instrucción de Cleopatra en forma de diálogo con un grupo de filósofos, incluyendo, anacrónicamente, a Ostanes, el sabio persa. Este diálogo es conocido también en árabe. En posteriores fuentes árabes medievales Cleopatra es descrita como una hábil gobernante, una científica, y una gran constructora, a la que se atribuye de forma errónea la construcción del Faro de Alejandría. Se le atribuyen tratados sobre remedios y cosméticos, medicina, matemáticas y toxicología. El Romance de la Reina Qaruba, escrito en árabe, mezcla elementos de la vida real de Cleopatra con historias de ficción, de forma similar al Romance de Alejandro, escrito en griego en época ptolemaica, que fue muy popular en la Edad Media. 

Mientras que esta tradición paralela también ofrece una imagen idealizada de la reina, revela aspectos de su vida más allá de su vínculo con Roma. Incluso si Cleopatra no llegó a ser tan gran erudita, esta tradición parece atestiguar su mecenazgo de las actividades intelectuales en su corte. La incorporación de esta tradición menos conocida a la investigación histórica sobre Cleopatra amplía y matiza nuestro conocimiento sobre su vida, y sobre la tradición posterior sobre ella. 

Lecturas recomendadas 

Chauveau, Michel. Cleopatra: Beyond the Myth. Ithaca: Cornell University Press, 2002. 

El Daly, Okasha. Egyptology: The Missing Millennium : Ancient Egypt in Medieval Arabic Writings. Londres: UCL Press, 2005. Ver especialmente las pp. 131–137. 

Lindsay, Jack. The Origins of Alchemy in Graeco-Roman Egypt. Londres: Muller, 1970. Ver especialmente las pp. 253–277. 

Tyldesley, Joyce A. Cleopatra: Last Queen of Egypt. New York: Basic Books, 2008. 

[Este artículo es una traducción al español de mi artículo para la web del American Research Center in Egypt, publicado aquí]